sábado, 22 de febrero de 2014

EL ACUSADOR Y LA FE

En la región de Uz había un hombre que vivía una vida recta y sin mancha, un fiel servidor de DIOS, cuidadoso de no hacer mal a nadie llamado Job.
Job tenia siete hijos y tres hijas, era el hombre más rico de todo el oriente. Sus hijos acostumbraban celebrar banquetes en casa de cada uno de ellos, por turno, y siempre invitaban a sus tres hermanas. Terminados los días del banquete, Job llamaba a sus hijos y, levantándose de mañana, ofrecía holocaustos por cada uno de ellos, para purificarlos de su pecado: Esto lo hacía siempre pensando que sus hijos podían haber pecado maldiciendo a DIOS en su interior.

Un día en que debían presentarse ante DIOS sus servidores celestiales, se presentó también el ÁNGEL ACUSADOR entre ellos.
El SEÑOR le preguntó:
¿De dónde vienes?
Y el acusador contestó:
He andado recorriendo la tierra de un lado a otro.
Entonces le dijo el SEÑOR: ¿Te has fijado en mi siervo Job? No hay nadie en la tierra como él, que me sirva tan fielmente y viva una vida tan recta y sin tacha, cuidando de no hacer mal a nadie.
Pero el acusador respondió:
Pues no de balde te sirve con tanta fidelidad. Tu no dejas que nadie lo toque, ni a él ni a su familia ni a nada de lo que tiene; tu bendices todo lo que hace, y él es el hombre más rico en ganado de todo el país. Pero quítale todo lo que tiene y verás cómo te maldice en tu propia cara.
El señor respondió al acusador:
Esta bien. Haz lo que quieras con todas las cosas de Job, con tal de que a él mismo no le hagas ningún daño.
Entonces el acusador se retiró de la presencia del SEÑOR.
Un día, mientras los hijos y las hijas de Job estaban celebrando un banquete en casa del hermano mayor, un hombre llegó a casa de Job y le dio esta noticia:
Estábamos arando el campo con los bueyes, y las asnas estaban pastando cerca; de repente llegaron los sabeos, y se robaron el ganado y mataron a cuchillo a los hombres. Sólo yo pude escapar para venir a avisarte.
Aún no había terminado de hablar aquel hombre, cuando llegó otro y dijo:
Cayó un rayo y mató a los pastores y las ovejas. Sólo yo pude escapar para venir a avisarte.
Aún no había terminado de hablar ese hombre, cuando llegó un tercero y dijo:
Tres grupos de caldeos nos atacaron, se robaron los camellos y mataron a cuchillo a los hombres. Sólo yo pude escapar para venir a avisarte.
Aún no había terminado de hablar este hombre, cuando llegó uno más y dijo:
Tus hijos y tus hijas estaban celebrando un banquete en casa de tu hijo mayor, cuando de pronto un viento del desierto vino y sacudió la casa por los cuatro costados, derrumbándola
 sobre tus hijos. Todos ellos murieron. Sólo yo pude escapar para venir a avisarte.
Entonces Job se levantó, y lleno de dolor se rasgó la ropa la cabeza y se inclinó en actitud de adoración. Entonces dijo:
Desnudo vine al mundo, y desnudo saldré de él. El Señor me lo dio todo, y el Señor me lo quitó; ¡Bendito sea el nombre del SEÑOR!
Así pues, a pesar de todo, Job no pecó ni dijo nada malo contra DIOS.

Cuando llegó el día en que debían presentarse ante el SEÑOR sus servidores celestiales, se presentó también el ángel acusador entre ellos.
El SEÑOR le preguntó:
¿De dónde vienes?
Y el acusador contestó:
He andado recorriendo la tierra de un lado a otro.
Entonces el SEÑOR le dijo:
¿Te has fijado en mi siervo Job? No hay nadie en la tierra como él, que me sirva tan fielmente y viva una vida tan recta y sin tacha, cuidando de no hacer mal a nadie. Y aunque tú me hiciste arruinarlo sin motivo alguno, él se mantiene firme en su conducta intachable.
Pero el acusador contestó al Señor:
Mientras no lo tocan a uno en su propio pellejo, todo va bien. El hombre está dispuesto a sacrificarlo todo por salvar su vida. Pero tócalo en su propia persona y verás cómo te maldice en tu propia cara.
El SEÑOR respondió al acusador:
Está bien haz con él lo que quieras, con tal de que respetes su vida.
El acusador se alejó de la presencia del SEÑOR, y envió sobre Job una terrible enfermedad de la piel  que lo cubrió de pies a cabeza. Entonces Job fue a sentarse junto a un montón de basura, y tomó un pedazo de olla rota para rascarse. Pero su mujer le dijo:
¿Todavía te empeñas en seguir siendo bueno?¡Maldice a DIOS y muérete!
Job respondió:
¡Mujer, no digas tonterías! Si aceptamos los bienes que DIOS nos envía, ¿Por qué no vamos a aceptar también los males?
Así pues, a pesar de todo, Job no pecó ni siquiera de palabra.

Bien queremos representar todo esto en el sentido  de que no es cierto que DIOS es el que nos somete a prueba, pero si es, el Ángel acusador que está pendiente de cada acto que hacemos y cada paso que damos para pedir que se le permita probarnos en la fe y al mismo tiempo castigarnos en nuestras faltas, pues cuando cometemos faltas estamos expuestos a los castigos que para un buen propósito tiene el Ángel acusador permitido obrar. ¡Que duelan es otro decir!
Son sus lecciones las que hacen al hombre falto de ser diligente por su SER y testarudo, reflexionar sobre su destino. Más al hombre de recto andar si por su sendero le devienen pruebas, es también para mirar el nivel de su firmeza y fuerza en su FE, como anotamos anteriormente.
Si es cierto que al Ángel acusador, se le ha dado potestad para castigarnos, por cada error y deuda que sobre nosotros pesa bien sea de esta o de vidas anteriores.
 
Y Dijo Jesús : la profecía de mi padre se cumplió en Adán por su desobediencia: Cuando el hombre desatiende el mandato de DIOS y sigue las obras de Satanás, cometiendo pecado, si su vida se prolonga, es con la esperanza de que se arrepienta, y aprenda que siempre está en las garras de la muerte. Y si se prolonga la vida de un hombre bueno, los hechos de su vejez se hacen notorios y los demás hombres buenos buscan imitarles.
Ahora si veis un hombre irascible, sabed que sus días siempre están contados.