Ser inteligente no es sinónimo de ser sabio, la inteligencia como don preciado del intelecto y el desarrollo de habilidades cognitivas permite al ser hacer análisis juicios y deducciones dentro del marco del raciocínio la lógica y el formalismo.
La sabiduría por otro lado es el don del juicio de la verdad, es la particularidad del ser, la plenitud de la existencialidad, la razón del ser y el saber, es la profundidad y exterioridad de las cosas.
Ser sabio es comprender el ahora, es entender el pasado y comprender el futuro, ser sabio es poder penetrar en la esencia de las cosas, es comunicar y conectarse con la Luz Divina que gobierna y dirige los procesos de la conectividad universal.
Es cierto que existe la inteligencia divina, pero la inteligencia divina es la esencia de las cosas, de las leyes, de los planos, de los mundos, de los universos, de lo materia e inmaterial, de lo que percibimos y lo que no percibimos pero que existe.
Cuando aprendamos a viajar en el mundo cuántico, cuando entendamos que nosotros solo somos una átomo en esencia (el ser atómica) en proceso evolutivo cósmico, se despejaran muchas dudas del mundo dual, dejaremos de vernos tan diferentes y entenderemos que solo somos una llama buscando a unirse a la llama del infinito que es la Luz que crea y recrear permanentemente.
Entonces debemos aprender a interiorizarnos y buscar esa verdad que mora y palpita en todo ser, conectarnos con la sabiduría cósmica, con la inteligencia divina, es ella la que tiene el poder de develarnos todos los secretos y su existencialidad.
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